Hoy día, cuando muchos jóvenes están abandonando los espacios tradicionales de encuentro, como la escuela, la familia, los parques, la Iglesia… la calle se está perfilando como el nuevo espacio de búsqueda y encuentro. Pero, ¿por qué?
Las familias ya no son el núcleo que eran: ambos padres trabajando, migración, desestructuración,… y el joven ya no recibe en ella lo que necesita. Muchos ya no ven la escuela como la oportunidad de aprender las armas para sobreponerse a una sociedad que les oprime, sino más bien como una obligación sin grandes beneficios. La corrupción del Estado y las instituciones ha hecho que pierdan su credibilidad y ya no resulten atrayentes. Incluso las religiones, que durante mucho tiempo fueron punto de referencia para los jóvenes, están viendo como estos se alejan y no encuentran un punto de encuentro con ellos.
Ante todo esto, nuestros jóvenes salen a la calle, pues la perciben como que el espacio con menos restricciones y más posibilidades. Ese mismo espacio en el que pueden gozar de ser vistos y ser únicos, sensación que no tienen en la casa, donde la familia no le dedica tiempo, ni en la escuela, donde son sólo uno entre cientos o miles, ni en el templo, donde se pasa desapercibido, y mucho menos para los políticos, para quien sólo son un voto. La calle trae un aire nuevo, les ofrece su “magia”: nuevos rumbos, identidad, una ruptura con la monotonía, un nuevo punto de encuentro… La calle les ofrece el día, pero también la noche, aumentando así las posibilidades. Sin embargo, se trata de una propuesta influenciada por el estilo capitalista propio del primer mundo que llega con fuerza y pretende imponerse, y hay que andarse con ojo, pues no todo son ventajas.
La experiencia de la calle es diferente para cada uno, pero a todos aporta: un danzante recibe en la calle la mirada de los otros que le proporciona fortaleza, orgullo, dignidad; los mareros no se juntan en las casas, sino que salen a las esquinas donde pasan su tiempo, crean lazos, acechan...; los chicos del barrio ya no quedan en él, sino en plazas; los de clase media van al cine en vez de ver una película en familia…
La calle se está convirtiendo en el reducto de libertad y diversidad. El lugar donde uno puede construir su identidad, reunirse con quien se identifica e ir construyendo su propia visión del mundo. Precisamente por ser un lugar de búsqueda, se perfila como un lugar idóneo para convencer. Así como los comerciantes están invadiendo estos espacios en busca de clientes, también nosotros podemos usarla para ofrecer nuestras propuestas.
Tantos jóvenes que salen a la calle al encuentro de la felicidad es una gran noticia para quienes también la buscamos. No obstante, es necesario aprender a distinguir entre la búsqueda que nos han hecho salir a la calle y nos enriquece a través del encuentro con el otro y la búsqueda que ofrece el consumismo, que consiste en poseer, y es superficial, por lo que no nos conducirá a la plenitud.
Nuestras organizaciones tienen que estar donde estén los jóvenes para poder acercarles una mejor educación y la oportunidad de ser y hacer. Si los jóvenes, que son el presente y el futuro de Honduras, han elegido la calle como su medio, ¡estemos con ellos!
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